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Channel: Comentarios en: Ramadán, comida para el alma
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Por: Claudio Carpio

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Cuando estuve trabajando en USA entre 2000 y fines de 2001 los sábados por la mañana teníamos una reunión ineludible en Washington DC. Un interminable “picado” de fútbol en los campitos que están detrás de la Casa Blanca, cerca del Obelisco que conmemora a George Washington.

Esos picados parecían convenciones de las Naciones Unidas, por cierto mil veces más entretenidos y productivos. Jugábamos ingleses, salvadoreños, mejicanos, colombianos, marroquíes, norteamericanos, húngaros, argentinos, iraníes, etc, etc, etc (y también…..mujeres !!! a las que no se podía marcar con una buena patada). Dentro del grupo que después de los partidos iba a comer, había un enjuto afgano.

En noviembre, cuando Washington empezaba a transformarse en una heladera con ventilador incluido, una vez terminados los partidos la necesidad de recuperar calorías era muy grande. El tamaño de las hamburguesas y la parva de papas fritas con ketchup era entonces muy significativa. Nos sentábamos unos 8-10 cracks (no por la calidad de nuestro juego sino por el ruido que hacían las articulaciones) y empezábamos a devorar. En esos menesteres nos encontró el Ramadán. Entonces, esos días nuestro amigo el enjuto afgano (muy buen jugador), se sentaba en la punta de la mesa y (seguramente muerto de hambre) nos MIRABA comer como si fuera El Ultimo Almuerzo.

Al verlo a mí me daba una mezcla de pena y respeto, pero no vergüenza (igual seguíamos comiendo a lo bestia ante su mirada). Al mes siguiente a ese Ramadán de 2001 me volví a casa y nunca más supe de él.

Desde entonces me quedé pensando en la diferencia de conductas entre este ayuno a rajatabla del afgano (un mes al año) y las gambetas increíbles de los “católicos” que se comen un asado completo un viernes santo……


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